Regreso a Rey Ardid

Me llamo Luis Mariano. Hace cosa de dos meses me planteé de hacer un grado medio de soldadura en La Almunia, con el fin de aumentar mi formación y poder estar preparado para la vida laboral cuando yo estuviese curado de mi enfermedad. En este curso tenía puestas todas mis esperanzas y me impliqué al máximo en todo lo que hacía. La prueba está en las notas que sacaba, que iban entre el 6.5 y el 9. Para hacer este curso tuve que dejar de asistir forma parcial al centro de día de Rey Ardid. Digo de forma parcial porque a pesar de no acudir a las actividades, seguí manteniendo contacto con la psicóloga, Ana, y la trabajadora social, Laura. No por ello he dejado ni un solo día de acordame, tanto de los profesionales, como de mis compañeros, a los cuales he echado mucho de menos. Estoy seguro de que ellos se habrán acordado de mí, y me habrán echado de menos también.

Cuando estaba en el centro de Rey Ardid todos se portaron muy bien conmigo. Todos tenian un palabra amable, un buen gesto y una sonrisa que me demostraba que me aceptaban como uno mas de ellos. Yo me sentía cómodo entre el grupo, aceptado y emocionalmente tranquilo. Los pensamientos negativos había conseguido que cuando me encotraba con ellos desaparecieran de mi cabeza. En el colegio de La Almunia, al principo me encontraba como un bicho raro, no solo por mi edad, ya que la diferencia de edad con los demás alumnos era de unos 30 años, sino porque además yo no conocía a nadie, y me dejaba llevar por mi miedo al rechazo. Estuve un mes con actitud distante y fría con los demás compañeros, solo rondaba por mi cabeza la idea de protegerme de las amenazas de los demás y solo me dejaba llevar por el miedo. LLegué a tener una relación normal con dos compañeros que se portaban bien conmigo. Y llegué a tener una mala relación con otros dos compañeros, los cuales se portaron verdaderamente mal conmigo, llegando a tener palabras con ellos con el fin de cambiasen de actitud y se portasen mejor. Pero lo único que conseguí es que se enrarecieran más las cosas. Tuve la impresión que desde el primer día yo no les caí bien a esas personas y por eso se portaban mal conmigo.

Como dije al principio, me impliqué en el curso en todo lo que hacía, pero la vida me enseñó que no siempre conseguimos lo que nos proponemos, y que no depende de nosotros mismos el llegar a las metas que nos proponemos. Y eso fue lo que me paso a mí. Mis sueños se truncaron cuando me crucé con la soldadura, ya que no tengo habilidades y destreza para poderla realizar. Lo intenté por activa y por pasva. Gasté un montón de electrodos, pero todo eso no sirvió de nada. La conclusión es que no tengo habilidad y destreza para el desarrollo de la soldadura y que yo jamás seré soldador y por lo tanto mi sueño y mi esperanza tirada en un pozo.

Lo positivo de todo esto es que he vuelto a Rey Ardid con los profesionales del centro y los compañeros, los cuales se han alegrado de volver a verme y yo también de verles a ellos.